El aborto es la pérdida del embarazo «en un momento en el que el feto o embrión no es viable, es decir, que no es capaz de sobrevivir fuera del útero materno», explica Manuel Fernández, ginecólogo y director de IVI Sevilla. Según la definición que hace la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, pérdida de la gestación de un embrión o feto que tenga menos de medio kilo o 500 gramos o hasta la semana 22. En caso de que sea otra semana más avanzada u otro peso pero totalmente incompatible con la vida tambié se consideraría aborto.
Se puede producir tanto de forma espontánea como inducida. Sea cual sea el caso, el aborto concluye con la expulsión del feto a través del canal vaginal.
Existen diferentes tipos de aborto o interrupción del embarazo:
El aborto espontáneo es aquel que no se da de forma intencionada, sino a causa de una serie de complicaciones en el feto o en la madre. Generalmente ocurre durante las 12 primeras semanas de gestación y no precisa de ningún tipo de intervención quirúrgica, pero a partir de la semana 20 pasa a denominarse muerte fetal. La tasa de aborto espontáneo se encuentra entre el 15 y el 20% entre aquellas mujeres que saben que están embarazadas. Según datos recogidos en el último Congreso Anual de Hiteroscopia, 3 de cada 10 mujeres que se quedan embarazadas por primera vez sufren un aborto natural, algo que plantea muchas preguntas y dudas sobre las posibles causas.
Hay que tener en cuenta que más de la mitad de los óvulos fecundados no son viables y se expulsan de forma espontánea; para la mayoría de las mujeres esto pasa desapercibido ya que los únicos signos que se dan de este hecho es un sangrado ligeramente mayor del habitual durante la menstruación.
Las causas de un aborto espontáneo pueden ser varias, aunque lo más común es que se deba a problemas en los cromosomas de los embriones. «Esto es que el embrión tiene algún problema en su dotación cromosímica o en su contenido genético que permite su implante en el útero pero no su desarrollo final», detalla el experto del IVI.
También existen otros factores como niveles hormonales anómalos, diabetes no controlada, incompetencia del cuello uterino o algunos medicamentos. Otro tipo de causas pueden ser infecciones, obesidad, problemas físicos en los órganos reproductores de la madre, problemas con la respuesta inmunitaria o enfermedades graves.
La edad también puede ser un factor determinante: a mayor edad, mayor es la probabilidad de sufrir un aborto espontáneo, especialmente a partir de los 40 años. El haber sufrido un aborto espontáneo anteriormente también puede aumentar las posibilidades de volver a sufrirlo.
Las mujeres que tienen abortos de repetición o que tienen varios abortos, «con cierta probabilidad pueden tener problemas de coagulación de las sangre o tromboflia«, apunta Fernández.
Otras causas establecidas son anomalías estructurales del útero, trastornos endocrinos como el hipotiroidismo, y autoinmunes como anticuerpos antitiroideos.
Se puede producir tanto de forma espontánea como inducida. Sea cual sea el caso, el aborto concluye con la expulsión del feto a través del canal vaginal.
Existen diferentes tipos de aborto o interrupción del embarazo:
Existen síntomas que pueden indicar un aborto espontáneo como lumbalgia, dolor abdominal, cólicos o sangrados vaginales.
Según explica el ginecólogo del IVI, los síntomas son muy variados. «Hay mujeres que abortan sin saberlo y se ve en un hallazgo casual en las pruebas ginecológicas, y otras que tienen síntomas como distensión abdominal, calambres, nauseas o repulsión a los olores pero, de repente, dejan de tenerlos».
Si el aborto se da durante las primeras semanas, normalmente el tejido se expulsa por la vagina de forma natural sin necesidad de intervención. En el caso contrario, se puede precisar de una cirugía como el legrado o medicamentos para terminar de expulsar los restos que queden en el útero. Esto es lo que se conoce como un aborto séptico y debe tratarse rápidamente ya que de lo contrario puede provocar infecciones, fiebre, sangrado vaginal, cólicos o flujo vaginal fétido.
Cuando el aborto ocurre con posterioridad a las 20 primeras semanas de gestación se conoce como muerte fetal y en estos casos siempre se requiere de cirugía para extraer el feto del útero. Es un caso extraordinario, pues sólo ocurre en menos del 1% de los embarazos.
Los primeros síntomas de una muerte fetal se suelen mostrar al detectar un menor movimiento del bebé o espasmos y dolores en la pelvis, la espalda o el vientre. Factores como el tabaquismo, la hipertensión arterial o la diabetes pueden aumentar las probabilidades de que esto ocurra, pero también se puede producir por preclampsia y eclampsia, enfermedades infecciosas, anomalías congénitas graves, posmadurez o lupus, entre otras patologías.
El aborto inducido es aquel que se realiza por propia voluntad de la mujer. Hay dos formas de interrumpir un embarazo:
Se toma un medicamento para llevar a cabo el aborto. Sólo se puede hacer durante las nueve primeras semanas de embarazo. El más común es la mifepristona, una hormona que bloquea la progesterona. Este y otros medicamentos se toman durante tres sesiones en una clínica bajo la supervisión de un médico, y pueden surgir algunos sangrados vaginales a causa de los medicamentos. Otros efectos secundarios de este tratamiento son cólicos, diarrea o malestar estomacal, y en raras ocasiones, fiebre alta. El aborto médico tiene una efectividad aproximada del 97 por ciento.
Una vez el aborto se ha llevado a cabo, se suele realizar un examen del útero adicional para determinar si queda tejido fetal en el útero. También se estudia si los restos expulsados correspondían a un feto o a una mola hidatiforme, una masa de células que son el resultado de un óvulo no desarrollado correctamente. En caso de que queden restos, se recurre a un legrado.
En cuanto a los problemas que tiene la mujer tras el aborto, Fernández señala que «en los abortos muy precoces, no suele afectar mucho físicamente a la mujer, salvo algún sangrado o molestia abdominal que se resuelven rápidamente. Cuando es tardío puede afectar más y si hace falta realizar un legrado, puede haber complicaciones derivadas de esta técnica».
Al cabo de las tres o cuatro semanas de haber sufrido un aborto, el ciclo menstrual vuelve a la normalidad.
Se realiza una cirugía para extraer el feto. Existen dos métodos frecuentes de aborto quirúrgico por aspiración con vacío manual, que se puede hacer durante las 12 primeras semanas de embarazo y consiste en la extracción de todo el tejido que contiene el útero con un instrumento succionador de manera manual y la dilatación y evacuación. Este tipo de aborto quirúrgico se puede practicar tras el primer mes de embarazo pero siempre antes de la semana 13. Consiste también en la extracción del tejido que reviste el útero, pero se realiza a través de una máquina.
En ambos casos, se dilata el cuello del útero y se introduce un tubo a través del cual se succiona todo aquello a eliminar para completar el aborto. Tras esta operación pueden surgir algunos sangrados así como cólicos menstruales. La efectividad del aborto quirúrgico es cercana al cien por cien.
Si se realiza con anestesia local puede parecerse a una regla molesta. Si a la paciente le preocupa el dolor o está muy nerviosa «se puede realizar también con sedación», según explican desde la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI).
En abortos mayores de 14 semanas «se usará siempre sedación y/o analgésicos o anestesia epidural, según la técnica. El aborto farmacológico puede ser también doloroso en el proceso de expulsión, para aliviarlo se pueden usar analgésicos», señalan desde ACAI.